Hace catorce años me dieron una noticia que marcó mucho el miedo al no poder ser madre. Para los médicos, mi cuerpo no estaba preparado para serlo. Problemas hormonales, sobrepeso que era imposible de mejorar, numerosos quistes en los ovarios, entre otras cosas. Hoy en día esto no es problema, muchas mujeres padecen problemas de este tipo incluso mucho más graves que lo mío. Pero hablo de mí, de mi experiencia y de mis miedos.
Pasé una adolescencia complicada, viendo especialistas e intentando por miles de tratamientos poder sentirme como una mujer “normal”. Poco a poco fui entendiendo mi problema e intenté mentalizarme para cuando llegase el día en el que comenzase a cumplir uno de mis mayores sueños, no fuera tan chocante la palabra ‘tiempo’. Hace poco más de cuatro años y medio conocí a un hombre maravilloso, tu padre. Tengo que confesarte que nunca me imaginaría lo que iba a suceder entre nosotros. Empezamos como dos completos desconocidos, superando una pandemia mundial sin apenas conocernos y haciendo de esta una relación aun más fuerte. Superamos malas rachas, situaciones adversas y nos prometimos un futuro juntos. Llegó el momento en que mi deseo de ser madre se intensificó y no sabía como decírselo a tu papá. Fue un momento de nuestra relación que sufrí en silencio. Él nunca me habló de cuando había pensado en dar ese paso, tampoco lo veía preparado. Pero una navidad cambió todo y nunca me olvidaré de aquella noche, que para mí, fue mágica. Sin decirnos nada, aquel momento de nuestra intimidad, sucedió. Con tan solo mirarnos a los ojos y sin separar nuestros cuerpos dimos el paso más grande de nuestra vida. Y fue a raíz de ahí, cuando poco a poco, fuimos a buscarte. Pasaron los meses, incluso más del año, y tú no llegabas. Nadie mejor que yo sabía el porqué. Durante los tres últimos años mi salud no fue demasiado bien, problemas y más problemas que los médicos no me solucionaban. No sabían darle nombre. Pero di con un especialista. Al contarle mis problemas le puso solución con una sola palabra. Me sometí a una operación, usual pero complicada, de riesgo. Me hizo ver y asimilar que hasta un mínimo de año y medio no podía buscarte. Acepté, todo fuera por mi salud y bien estar. Nunca me imaginé que aquel 7 de septiembre, cuando cruce las puertas del quirófano, mi vida daría un giro de 360º. Y aquí llegas tú, mi vida. Tu historia comenzó cinco meses después, en aquella noche de san Valentín. Durante el primer mes no sabía nada. Tu padre y yo estábamos bastante estresados con una mudanza de por medio, un piso en obras y en una situación algo compleja. Yo me encontraba muy cansada, con mucha ansiedad y con mucho mal estar. Pero todo lo achacaba al nuevo comienzo que estábamos experimentando. Eso, y porque debía bajarme el periodo. Estuve manchando como normalmente, pero se cortó demasiado rápido y a los pocos días volví a manchar otra vez. Algo poco inusual en mi cuerpo desde que me sometí a aquella operación. Me empece a preocupar, pero no lo mostré. Tu padre se reía y bromeaba porqueSimba
y Dalí, tus hermanos gatunos, no se despegaban de mi lado. Se pasaban todo el día encima de mi regazo y tu papá me decía: “¿no estarás embarazada?”. Yo me reía, era algo muy poco probable, no había pasado el tiempo suficiente, estaba manchando y … ¡Era algo imposible para mí!. Sería un milagro, le dije. Pero aquella pregunta me hizo pensar y sobrepasar.
Un viernes noche tuve un sueño de lo más real, estábamos en casa de los abuelos viviendo mientras las obras terminaban. Me levantaba de la cama y me dirigía a un neceser donde tenía varios tests de embarazo que guardaba de años anteriores. Cogía uno, iba al baño y … Aquel 2 de marzo me levanté del tirón, comprobé que tu padre no estaba en casa, que había salido con Chloe
, tu hermana perruna e hice los mismos pasos que había soñado. Estaba temblando. Eres una ilusa, pensé. Andrea es solo un sueño, me dije. Y no tardó ni un minuto cuando aquellas dos rayas aparecieron. No me lo creía, empecé a temblar, cogí otro. Ni tres minutos pasó en aparecer la palabra “embarazada” y treinta segundos después “de dos a tres semanas”. Mi estado de shock fue tremendo. Me quede un rato mirándome en el espejo del baño, asimilando si esto era real. Mi sueño más preciado había llegado. No podía creérmelo. Me recorrí toda la casa pensando como contárselo a tu padre. Deseaba gritarlo, y a la vez decírselo en un momento especial. Cuando llegó a casa no sabía como mirarlo, al medio día apenas comí y me excuse un poco con el mal estar que llevaba teniendo días atrás.
Después de comer le sugerí darnos una vuelta, necesitaba respirar aire fresco. Chispeaba un poco y estaba bastante nublado. Pero nos fuimos a una zona de montaña. Con el corazón a mil, las manos sudadas y los nervios a flor de piel, vi el momento. Tu papá se giró dándome la espalda mientras observaba algo de fondo. Me posicioné detrás de él, y temblorosa saqué los tests, se los puse enfrente y le dije al oído
: “vamos a ser papas”. No tardo ni media segundo en girarse llorando. De su boca salieron palabras como “¿Pero por qué no me lo has dicho antes?” “¿Desde cuándo lo sabes?” “Era lo que querías mi vida” “No me lo creo” “Voy a ser papá” “¿Estás feliz?”. Y la que más me hizo sentir al escuchar: “Cariño me acabas de cambiar radicalmente mi vida”. Ese momento se volvió aún más único cuando el cielo se despejó sobre nosotros, saliendo el sol y el arcoíris detrás de él. Esto es una señal, me dijo tu papá. Y es que, nosotros sin saberlo, Dios nos dió el mejor regalo de nuestra vida, como el mismo significado de tu nombre.
Esa misma tarde fuimos a ver a tus bisabuelos, los que descansan en el cielo. Ojalá hubieses podido conocerlos, los cinco eran increíbles. Les contamos en silencio tu próxima llegada y que estuvieran junto a nosotros para que todo saliera perfecto. Poco después se enteraron tus abuelos y tíos, quienes, iguales de felices que nosotros, acogieron la noticia con muchas ganas.
En las próximas semanas no parábamos de pensar en cómo serias, que aspecto tendrías, que sexo obtendrías o como te llamarías. El 11 de mayo lo supimos. Celebramos una revelación de sexo junto a nuestros amigos
y familiares. Nos gastaron alguna bromita, nos dedicaron unas palabras maravillosas y nos hicieron un pequeño video increíble, donde tu padre lloró como una magdalena. Y ahí estaba… El humo azul. El niño de papá y de mamá, nuestro príncipe, el amor de nuestras vidas. Mi Matteo, nos hiciste los padres más felices del mundo. Tenías que ver como lloraba tu familia. Eran lágrimas de felicidad.
Han sido unos meses de muchos miedos, cambios e inseguridades. Mi cuerpo ha ido cambiando conforme crecías, me he ido adaptando a ti, a tu vida, a tu cuerpo creciendo dentro de mi ser. Es increíble pensar que late dos corazones al mismo tiempo. Estoy viviendo el misterio de la vida como nunca. Eres un poco revoltoso, aún no hay una sola noche que me dejes dormir y descansar para poder darte todo lo mejor de mí en tu llegada. Practicas todos los deportes que tengan que ver con pies y manos. Te gusta estirarte y aplastarme todos mis órganos. Eres muy nervioso y revoltoso. Y diría que algo travieso cuando te quedas quieto cuando quiere sentirte tu padre. Te gusta trasnochar, las cosas dulces, la fruta y sobre todo el marisco.
Y aunque muy pronto dejaremos de ser uno, faltan muy pocas semanas, días y horas para verte. Tendré que compartirte con el resto del mundo. Debo confesarte que estoy muy nerviosa y ansiosa por tenerte en mis brazos. Sé que serás un hijo maravilloso y estaremos siempre orgullosos de ti en todo momento. No sé si me siento preparada para el momento de tu nacimiento, pero estoy segura de que lo haré genial y que tú me ayudarás a que todo sea más fácil.
Ahora solo me toca despedirme, pero solo con un hasta luego. Debo prepararme y dejar todo listo para tu llegada.Nos vemos muy pronto mi vida.
Te ama, tu mamá.
Comentarios
Publicar un comentario