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Vagando por La Costa Granadina

¿Os habéis parado a pensar en la sensación tan satisfactoria que sentimos cuando nos sorprenden?. ¿En ese pequeño escalofrío que recorre nuestro cuerpo?. ¿O esa mirada cómplice hacia la otra persona, sin darnos cuenta de lo mucho que lleva dentro?.
Ami me encanta experimentar estas emociones, pero aún más, regalarlas. Y es por eso, que decidí darle este deleite a una persona.
Quiero que sea secreto, esto queda entre los dos. A si todo es más…
¿Sabéis apreciar el aroma de la naturaleza? Cerrad los ojos e imaginad que estáis en la punta de un barranco. Enfrente tenéis el mar, contemplando un horizonte infinito. A vuestra derecha, una maravillosa puesta de sol, junto con una cala y un pequeño velero. A vuestra espalda, una torre atalaya costera del siglo XVIII. Y a vuestra izquierda, casas blancas dibujando la silueta de la costa.
¿Lo oléis?. Es el frescor de las olas. Es maravilloso. Si prestáis atención a los pequeños detalles, oiréis las chicharras cantar, la pequeña avispa que pasa fugaz por tu lado, incluso el sonido de las plantas cuando las mueve el viento.
Pero esto no es todo. Me encanta aventurarme. Hacer cosas sin saber que me va a deparar el tiempo. Cuando cayó el sol y sin saber donde ir, nos presentamos allí.
¿Lo notáis?. Es la caricia de mis pies con la arena. Fría y húmeda. Hicimos de esta nuestro colchón, y del cielo nuestro abrigo.
¿Lo veis?. Es una cortina estrellada que nos arropa, cediéndonos estrellas fugaces para pedir nuestro deseo.
¿Nuestra luz? la Luna. Preciosa, ¿verdad?. Conforme pasaban los minutos, esta iba bajando, haciendo de su color una escala de naranjas, hasta llegar a un rojo opaco, desapareciendo incluso antes de tocar la leve línea, que separaba el mar del cielo.



- A.C

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