La belleza es subjetiva, basada en una percepción e incluso en un argumento. Palabras que me dijo una de las mujeres mas importantes de mi vida. Recuerdo que me lo repetía cada vez que veía mi serie favorita de cuando era niña, y yo me reía. Hoy me doy cuenta de que esas palabras eran ciertas, ÉL, era mágico, tenia toda la belleza que no se ve a simple vista. Siempre creemos que tenemos el prototipo de chico que nos gusta, y nos cegamos en ello, aveces incluso sin dejar conocer a esa persona que no reunía nuestras preciadas características. Esto era otro fallo, un error que no debemos cometer en nuestras vidas. Y esto lo dice la chica que se cegó mas en la belleza exterior, dejando pasar "pequeñas pinceladas" que volvía lo claro en oscuro. Si, esa chica era yo. Resumiendo, ÉL, se volvió la persona a la que no quería dejar de follar en siglos. Era guapo, moreno con barba perfilada y cuidada, labios carnosos, una mirada preciosa color marrón miel, y una sonrisa... Que quitaba el aliento, y mojaba alguna que otra cosa que una sabe. Simpático, con humor, carácter y con unas metas muy claras en su vida. En realidad podría tirarme horas describiéndolo y os acabaría dando envidia, así que como mi fiel y leal amiga me dice: ¡tía, ve al maldito grano!.
Era domingo. Malditos domingos, era el día de la semana en el que el líbido se me disparaba, el tanga se me mojaba, y la cama se convertía en mi mejor complemento. Aquel día quise ponerme mi mejor lencería. No quería parecer superficial, así que elegí un modelito cañero pero casual, lo importante era que se me marcaran los pezones cuando se me pusieran duros al verle, y un maquillaje muy natural. Cogí mi chatarra y conduje hasta su casa, la cuál no sabría si no llegara a ser por mi mente privilegiada y mi poder de observación y perseverancia de mirar las páginas amarillas y dar con su antiguo trabajo, que casualmente me enteré en una conversación en la que no debí meter oreja, ya que me dio la clave perfecta de parecer una psicópata empedernida.
Estaba tan nerviosa... ¿cómo le dices al nuevo amor de tu vida que has encontrado su casa de pura casualidad?. Esto no tenía ni pies ni cabeza, pero me levante con ganas de hacer una locura y de dar el paso a saber cómo de bueno era en la cama. Paso muy importante chicas, que nadie os diga lo contrario, imaginaros que conocéis a un chico, el cuál creéis que es el amor de vuestras vidas, mantenéis muchos "jijis" y "jajas" y luego tras unos duros y largos meses de morreos a lo quinceañero llegáis a la cama y es un muermo. No sé vosotras, pero... ¡yo querría morirme en terribles sufrimientos!. Así que alcé la cabeza y me dispuse a entrar.
Vaya olor a rancio tiene el edificio, espero que no provenga de su apartamento. Era un noveno con ascensor, menos mal. Solo pensaba en las veces que le daría al botón "stop" para parar ese maldito cacharro y hacerle el amor salvaje a mi ... No, mejor no digo su nombre, lo llamaremos Dobby. Si, Dobby es un personaje de Harry Potter que a mí me parece súper tierno, pero es el único nombre que me vino en mente mientras escribía mi historia. Dobby me mataría si se enterase de su nuevo apodo, aunque en realidad me llamaría idiota, chalada, o monguer y se reiría a carcajadas.
Suena el timbre, mis piernas tiemblan y no se si es de nervios o cosquilleo. Se escuchan unos pasos, se encuentra en casa. Mi yo interior saltaba de alegría.
- Cómo coño has... - Lo corté, lo corté con un morreo de película pero guardando mi esencia.
+ Sh. Calla y déjate llevar. - No sé si esas palabras salieron de mi boca o se quedaron en mi mente. Lo importante es que allí estaba, en su apartamento, sin oler a roña y con ese perfume que lo hace tan ÉL.
Lo besé. Él me dirigía. Creo que pilló la indirecta porque me fue quitando prenda por prenda hasta llegar a su habitación. Me giré y fui yo quién lo empujó hacia la cama, rebotó y me baje el tanguita sin quitarle a mi Dobby nada aún. Me puse encima de su cara para que empezara a merendar melocotón en almíbar. Palabras que le dije y sus carcajadas retumbaron por todo el piso. Que por cierto no lo hacía nada mal, un par de indicaciones y le regalo melocotón todos los días del año. No dejaba de gemir, no pensé ni en los vecinos, pensarían que somos personas no civilizadas pero lo que ellos no eran conscientes es de lo que iba a suceder. Pensaréis, ¿por qué?, porque este hombre guardaba una gran paquetería. Yo, "La Dobby buena" hizo los honores y le rompí los calzoncillos. Aquella cosa me dio un golpe en la cara demostrándome lo bien dura que estaba. Me bastaron dos segundos para sacarle un número considerable de gemidos con mi lengua, labios y garganta...
Lo demás llegó solo. Entre polvo y polvo, pensé que el cámara de una película porno en nuestra habitación hubiera dicho que hay que reformar la industria del cine adulto, porque lo que nosotros creamos allí, no demostraría lo contrario.
Era domingo. Malditos domingos, era el día de la semana en el que el líbido se me disparaba, el tanga se me mojaba, y la cama se convertía en mi mejor complemento. Aquel día quise ponerme mi mejor lencería. No quería parecer superficial, así que elegí un modelito cañero pero casual, lo importante era que se me marcaran los pezones cuando se me pusieran duros al verle, y un maquillaje muy natural. Cogí mi chatarra y conduje hasta su casa, la cuál no sabría si no llegara a ser por mi mente privilegiada y mi poder de observación y perseverancia de mirar las páginas amarillas y dar con su antiguo trabajo, que casualmente me enteré en una conversación en la que no debí meter oreja, ya que me dio la clave perfecta de parecer una psicópata empedernida.
Estaba tan nerviosa... ¿cómo le dices al nuevo amor de tu vida que has encontrado su casa de pura casualidad?. Esto no tenía ni pies ni cabeza, pero me levante con ganas de hacer una locura y de dar el paso a saber cómo de bueno era en la cama. Paso muy importante chicas, que nadie os diga lo contrario, imaginaros que conocéis a un chico, el cuál creéis que es el amor de vuestras vidas, mantenéis muchos "jijis" y "jajas" y luego tras unos duros y largos meses de morreos a lo quinceañero llegáis a la cama y es un muermo. No sé vosotras, pero... ¡yo querría morirme en terribles sufrimientos!. Así que alcé la cabeza y me dispuse a entrar.
Vaya olor a rancio tiene el edificio, espero que no provenga de su apartamento. Era un noveno con ascensor, menos mal. Solo pensaba en las veces que le daría al botón "stop" para parar ese maldito cacharro y hacerle el amor salvaje a mi ... No, mejor no digo su nombre, lo llamaremos Dobby. Si, Dobby es un personaje de Harry Potter que a mí me parece súper tierno, pero es el único nombre que me vino en mente mientras escribía mi historia. Dobby me mataría si se enterase de su nuevo apodo, aunque en realidad me llamaría idiota, chalada, o monguer y se reiría a carcajadas.
Suena el timbre, mis piernas tiemblan y no se si es de nervios o cosquilleo. Se escuchan unos pasos, se encuentra en casa. Mi yo interior saltaba de alegría.
- Cómo coño has... - Lo corté, lo corté con un morreo de película pero guardando mi esencia.
+ Sh. Calla y déjate llevar. - No sé si esas palabras salieron de mi boca o se quedaron en mi mente. Lo importante es que allí estaba, en su apartamento, sin oler a roña y con ese perfume que lo hace tan ÉL.
Lo besé. Él me dirigía. Creo que pilló la indirecta porque me fue quitando prenda por prenda hasta llegar a su habitación. Me giré y fui yo quién lo empujó hacia la cama, rebotó y me baje el tanguita sin quitarle a mi Dobby nada aún. Me puse encima de su cara para que empezara a merendar melocotón en almíbar. Palabras que le dije y sus carcajadas retumbaron por todo el piso. Que por cierto no lo hacía nada mal, un par de indicaciones y le regalo melocotón todos los días del año. No dejaba de gemir, no pensé ni en los vecinos, pensarían que somos personas no civilizadas pero lo que ellos no eran conscientes es de lo que iba a suceder. Pensaréis, ¿por qué?, porque este hombre guardaba una gran paquetería. Yo, "La Dobby buena" hizo los honores y le rompí los calzoncillos. Aquella cosa me dio un golpe en la cara demostrándome lo bien dura que estaba. Me bastaron dos segundos para sacarle un número considerable de gemidos con mi lengua, labios y garganta...
Lo demás llegó solo. Entre polvo y polvo, pensé que el cámara de una película porno en nuestra habitación hubiera dicho que hay que reformar la industria del cine adulto, porque lo que nosotros creamos allí, no demostraría lo contrario.
- A.C
Comentarios
Publicar un comentario